Corría el año 2009, aquella primera temporada en el banquillo de Pep Guardiola y la que a su vez era el debut del técnico en la máxima categoría de nuestro fútbol. Tras un año de logros deportivos y habiéndose ganado el respeto y admiración de todos sobre el terreno de juego, el conjunto azulgrana encaraba el mes de Mayo, mes en el que se jugarían el todo o nada, la excelencia deportiva o un simple año de buen juego.
De este modo, el 2 de dicho mes visitaban la capital de España, el Bernabéu acogía un partido con sabor a liga, la que conseguiría dejar sentenciada el F.C Barcelona tras un histórico 2-6 y la gran estampa de Puyol anotando un golazo de cabeza para posteriormente besar su brazalete de capitán.
Cuatro días más tarde y con Londres de testigo, a poco de que el colegiado pitará el final del encuentro, los hombres del de Santpedor estaban fuera de la máxima competición europea, la Champions se aleja y con ella aquel triplete deseado. Entonces surgió la figura del centrocampista de Albacete, del de Fuentealvilla, del hombre de los goles de oro. Messi le dio el esférico y desde fuera del área, desde la frontal, con un derechazo, batía la red del Chelsea. Aquel gol, ese empate ponía al conjunto de Guardiola en Roma, dónde ese año se disputaría la final, además nos dejó una de esas imágenes históricas, aquellas en las que el técnico debutante en el banquillo recorría la banda de Stamford Bridge para celebrar un tanto histórico.
La siguiente cita y primera gran final salió a pedir de boca, Mestalla de testigo y los culés levantando la Copa del Rey, un gran Athletic no fue suficiente ante el vendaval catalán, 4 goles a 1 y el primer trofeo a las vitrinas del club. El gol de Touré que colocaba el empate e iniciaba la remontada blaugrana… ese gol, menuda carrera, desde su campo, en fin, primer título. Tras él y con los deberes hechos en Madrid, la liga se sumaría, solo quedaba uno, la Champions League y el Manchester como rival.
En Roma ingleses y españoles tenían una cita, el reinado de Europa, Manchester o Barsa, Messi o Cristiano. Allí se consumó el ansiado triplete, el de los tres trofeos en un mismo año, exhibición blaugrana y el recuerdo de Etoo golpeándose el brazo o Messi besando la bota tras perderla en un excelente cabezazo. Título, van tres.
Por suerte para los culés, el año 2009 no había acabado, sumar Supercopa de España, de Europa y Mundialito de clubes era la siguiente tarea, esa que nunca nadie había logrado. Guardiola en el banquillo, Tito de guardaespaldas y un plantel de lujo, alicientes suficientes para conseguirlo.
Así fue, tras un mes de Agosto donde Athletic y Shaktar Donetsk vieron de nuevo a los de Pep levantando sendas Supercopas, nos plantábamos en las Navidades. Aquel 19 de Diciembre de 2009, día en el que un gol, el del pequeño astro argentino con el pecho, con el escudo, o con su corazón hacía saltar las lágrimas del mito, del técnico que lograba todo, todo lo ganable en un año, y repito, un año en el que debutaba en los banquillos.
Ahora nos divertimos con su sucesor, Tito, el amigo de Pep, su eterno compañero. Es de agradecer los años de Guardiola al mando de la nave. El día que Pep lloró, el año que nos hizo disfrutar, el primero de cuatro. Gracias míster.
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